» TESTIMONIO
P. Peter, de Nigeria: “Estamos tristes y a la vez alegres; perseguidos pero testificando nuestro amor; muriendo pero viviendo”

› La Iglesia de Nigeria se encuentra en uno de los momentos más trágicos de su historia
Así lo testificó el P. Peter Odogo en la IX Noche de los Testigos, el 14 de marzo de 2025, en la catedral de La Almudena, en Madrid. “A partir de entonces, entendí que todo había cambiado. Empezamos a vivir una realidad constante de miedo”, dijo el P. Peter. No te pierdas su testimonio.
El P. Peter Emmanuel Odogo es un sacerdote nigeriano, originario de Jos, una de las regiones más castigadas por la violencia yihadista en Nigeria, ha puesto voz a la realidad de los cristianos perseguidos en la zona del Sahel. Desde 2018 vive en Valencia. Él fue uno de los testigos de la noche y esta fue su intervención:
“Espero que a través de mi testimonio personal, descubráis que realmente tenéis otros hermanos en Cristo en el “otro lado”, que se encuentran en situación extrema de persecución por ser cristianos y que este momento sea realmente un momento de oración por ellos.
Nigeria tiene alrededor de 215 millones de habitantes y la gran mayoría de la población en la parte norte, es de religión islámica. Mi familia vive en la parte norte-central. A unos 4 kilómetros desde donde está mi casa familiar en la ciudad de Jos, que tiene unos 900.000 habitantes, se encuentra un barrio con población totalmente musulmana. Allí he crecido.
Mi madre tenía en el barrio, una amiga musulmana y cuando nosotros celebramos la Navidad, mi madre nos daba comida para que se la diéramos y, cuando la familia de la amiga de mi madre celebraban el Salah, después del ramadán, su amiga nos traía comida. Era costumbre compartir la comida en fiestas de gran importancia.
Pero todo empezó a cambiar en el año 2001, yo tenía 9 años. Es la primera vez que experimenté la persecución y un ataque islámico. Eran las 5 de la mañana cuando una vecina tocó fuertemente nuestra puerta y gritaba “¡Peligro, se están acercando!” Un grupo yihadista estaba atacando la ciudad. Rápidamente, mis padres nos hicieron salir de casa, mi hermana se aseguró de que nos pusiéramos los zapatos para poder correr. Salimos de casa sin saber realmente a dónde íbamos. En este ataque, mi ciudad de Jos se convirtió en un lugar de muertos y destrucción. Cientos de personas murieron y miles de cristianos fueron desplazados.
A partir de entonces, entendí que todo había cambiado. Empezamos a vivir una realidad constante de miedo. Mis padres vigilaban muy de cerca nuestros movimientos. Cuando íbamos a la iglesia, era con mucha precaución y bajo constante vigilancia. Cada iglesia organizaba una seguridad local contra los atentados constantes por los fulanis y por el grupo yihadista de boko-haram; un grupo terrorista islámico que constantemente secuestran y matan a los cristianos, incluso depositando explosivos en las iglesias durante el culto. Lo que buscan realmente es establecer un califato donde todo sea Islam.
Mi hermana abandonó su trabajo, que estaba en la parte de la ciudad donde la mayoría es musulmana. Mi padre nos compró un silbato de metálico para avisar si veíamos algo raro. Viví y crecí con este miedo, porque constantemente repetían los ataques quemando a personas e iglesias, matando a mujeres embarazadas y niños de pecho.
En el año 2007 perdí a mi madre. La asesinaron. Empecé mi formación agustiniana en 2014 y allí también encontré experiencias de persecución. La primera etapa de formación es lo que llamamos candidacy y la desarrollé en nuestro monasterio histórico, en mi ciudad natal de Jos. Es una de las primeras casas construidas por los primeros misioneros agustinos de Irlanda. Es grande, muy cuidada, es la casa madre, la casa de nuestra formación teológica. Pero este monasterio se ubica en un barrio rodeado por musulmanes radicales.
En la antigüedad era un barrio cristiano, pero con el paso del tiempo se fue expulsando a los cristianos. Teníamos soldados acampados y vigilando el monasterio, pero aún así, yo seguía teniendo miedo. Cada vez que salía a ver a mi familia, tanto en la salida como en la entrada al monasterio, temía por mi vida. Recibíamos de vez en cuando por la noche, charlas de expertos en temas de seguridad sobre lo que podríamos hacer por si hay un ataque (posibles lugares de escape, posibles lugares donde escondernos). Pero esto, aumentaba mi miedo. Por la noche, entre los frailes, nos íbamos turnando con silbato de metálico y luz de antorcha para vigilar a la comunidad que dormía.

Con el objetivo de facilitar y promover una convivencia pacífica con los musulmanes del barrio, los agustinos de mi provincia, decidimos construir una escuela en este barrio donde el 99 % de los beneficiarios son musulmanes. También hicimos un centro de formación profesional donde los beneficiarios son los musulmanes Pero los musulmanes tienen un dicho que dice: sabuwa de kaza baya hana yankawa (que estés familiarizado con tu gallina no te impide cortarla). Es como decir que la amistad no te impide acabar con la vida de alguien que no es de tu religión. Hubo tiempo en el que el monasterio fue atacado, pero gracias a Dios no hubo muertos, aunque algunos frailes fueron heridos. Hace poco decidimos trasladar este lugar de formación teológica a otro lugar más seguro de Nigeria.
Otra cosa que me ha preocupado mucho en este tiempo, ha sido el de los secuestros. Hace pocos días fue secuestrada la cuñada de un fraile nuestro por el grupo de Boko Haram, pero gracias a Dios fue liberada junto a otras dos personas. Muchos sacerdotes y seminaristas han sido víctimas, algunos asesinados. El verano pasado estuve de vacaciones, vi cómo la realidad de la persecución iba cada vez peor. Creo que Dios me salvó la vida porque en agosto, fui de viaje a ver un sacerdote amigo. Al día siguiente, en el mismo camino por el que yo pasé y casi a la misma hora, fueron secuestrados 20 estudiantes que iban en autobús a una reunión.
Pero en medio de todo esto, la fe en Dios que nos quiere, la sonrisa y la alegría, el ánimo y la esperanza no nos faltan. Realmente es una paradoja, estamos tristes y a la vez alegres; perseguidos pero testificando nuestro amor; muriendo pero viviendo. La gracia de Dios lo hace posible. Ojala que mi testimonio sirva como un despertador que os ayude a descubrir realmente la oportunidad y libertad religiosa que tenéis en esta parte del mundo, a rezar por los hermanos perseguidos y a salir a su encuentro en la manera y medida que cada uno puede, echando una mano de ayuda como hermano y hermana en Cristo”.