» TESTIMONIO | LA IGLESIA EN BURKINA FASO
Con pocos sacerdotes y catequistas perseguidos siguen anunciando a Dios
“Les han quitado todo, su casa, sus bienes y, sobre todo, a sus seres más queridos. Necesitan recomponerse y seguir adelante pero los cristianos de Burkina Faso ahora creen más, les queda lo más importante: la fe, la esperanza y la caridad», dice el padre Olivier Lompo, sacerdote de la ciudad de Kaya.
Se calcula que en Burkina Faso unas tres mil personas han perdido la vida y en torno a dos millones de desplazados internos lo han perdido, todo diez años después de que en 2015 comenzara la pesadilla de violencia yihadista en la región del Sahel, epicentro africano del terrorismo islámico. Burkina Faso vive una crisis humanitaria de enormes proporciones que se une al terror de la persecución religiosa a los cristianos.
La Iglesia en Burkina Faso, acoge y abraza
En este contexto “apocalíptico” la Iglesia católica, acoge y abraza uno por uno a las víctimas, a los más pobres y desvalidos, sin distinción de credo, tratando a todos por igual, como hijos de Dios indefensos que necesitan el apoyo y la ayuda de la Iglesia universal. Les da el alimento físico y espiritual, la palabra de consuelo y el acompañamiento necesario para no desfallecer en medio de esta tormenta de dolor.
Sus sacerdotes, religiosos y laicos comprometidos, siguen adelante a pesar de la persecución, entregando hasta sus propias vidas por defender a Cristo. «La fe ha crecido. En esta situación, algunos cristianos aceptan morir. Muchos incluso se niegan a quitarse la cruz que llevan», afirma el P. Justin Kientega, obispo de Ouahigouya. La principal misión de la Iglesia es la atención al drama de los desplazados, la ayuda humanitaria, proporcionar becas para la educación católica de los niños y dar apoyo pastoral.
› Nuestra comunidad está en un estado de precariedad alarmante“
«Antes nuestra familia trabajaba más de diez hectáreas de tierra, donde las cosechas eran muy buenas, y no nos faltaba nada. Cuando llegaron los yihadistas arrasaron todo y se quedaron también con el ganado. Nos han dejado en una situación desesperada. Hoy los recursos alimentarios de la zona están casi agotados y la ciudad está bloqueada, lo que hace imposible que los comercios puedan reponer sus suministros, nuestra comunidad está en un estado de precariedad alarmante”. Christophe, padre de familia de Pama.
“Me llamo Hyacinthe Julien Sore, tengo 11 años. Estoy en segundo grado. De mayor quiero ser electricista y ayudar a mi mamá y a mi papá”. Su madre, Rosalie, muestra preocupación por los jóvenes ante la influencia de bandas yihadistas.
“Tenemos miedo. No queremos que recluten a nuestros hijos. Rogamos a Dios que no permita que nuestros hijos se involucren en el terrorismo. Deben conocer a Dios, ese es el primer paso. Si conocen a Dios, sabrán cómo actuar”, dice Rosalie, la madre de Hyacinthe.
En Burkina Faso el número de fieles por sacerdote es tan grande que el clero no da abasto. El papel de los catequistas es primordial en la evangelización entre las familias desplazadas, destrozadas por el sufrimiento del terrorismo. El responsable de ACN en Burkina Faso, Franck Paulin, afirma que los catequistas “son los únicos responsables de la atención pastoral y de la animación de algunas comunidades cristianas, donde los sacerdotes u obispos sólo las pueden visitar de vez en cuando para celebrar la Misa y administrar los sacramentos».
Sin embargo, estos laicos comprometidos, en muchos casos también lo han perdido todo y son objeto de la persecución religiosa. De hecho, muchos de los expedientes abiertos de beatificación por martirio en el país (más de 100) son de catequistas. Estos laicos comprometidos se enfrentan a un enorme peligro: “Si se les identifica como líderes de la comunidad cristiana, los matan”, dice Franck Paulin.
“En nuestra parroquia, que surgió para atender a los desplazados, tenemos alrededor de 25.000 cristianos. No tenemos ni iglesia, ni presbiterio, ni salón para el catecismo. Rezamos al aire libre. La primera Misa comienza a las 5:30 para evitar el sol ardiente. Así es como el Señor nos llama a todos. Tenemos una fe viva a pesar de la pobreza en la que vivimos, porque las personas tienen fe en Jesucristo y creen que es Él quien realmente puede salvarlos, aunque esto requiera trabajo”, afirma el P. Valéry Sakougry, de la parroquia de San Marcos de Nagrin.