Reza esta Novena a la Divina Misericordia

Padre Eterno, mira con misericordia a las almas fieles como herencia de tu Hijo, y por su dolorosa pasión concédeles tu bendición y rodéalas con tu protección constante para que no pierdan el amor y el tesoro de la santa fe, sino que con toda la legión de los ángeles y los santos glorifiquen tu infinita misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

Únete en oración y a continuación ve cómo se reza la Novena a la Divina Misericordia

ORIGEN DE LA CORONILLA A LA DIVINA MISERICORDIA

En los años 30, Jesús se le reveló a Santa Faustina Kowalska (1905-1938), religiosa polaca, conocida como la “Apóstol de la Misericordia”. En 1935 el 14 de septiembre, día de la exaltación de la Santa Cruz se le reveló para enseñarle la Coronilla de la Divina Misericordia. La devoción a la Divina Misericordia comenzó a difundirse incluso antes de su muerte.

Santa Faustina afirmó que recibió la oración a través de visiones y conversaciones con Jesús, quien le hizo estas promesas:

“Reza incesantemente esta coronilla… Quien quiera que la rece recibirá gran misericordia a la hora de la muerte. Los sacerdotes se la recomendarán a los pecadores como última tabla de salvación. Hasta el pecador más empedernido, si reza esta coronilla una sola vez, recibirá gracias de mi misericordia infinita.

Otorgaré inmensas gracias a las almas que recen esta coronilla.

A las almas que recen esta coronilla mi misericordia las envolverá en la vida y especialmente en la hora de la muerte.

A quienes recen esta coronilla, Me complazco en darles lo que Me pidan. […] Cuando recen esta coronilla junto a los moribundos, me pondré entre el Padre y el alma agonizante no como justo Juez, sino como misericordioso Salvador”.

Sta. Faustina Kowalska, Diario.

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Coronilla a la Divina Misericordia

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Expiraste, Jesús, pero la fuente de la vida brotó para las almas, y el océano de la misericordia se abrió para el mundo entero. Oh Fuente de Vida, Divina Misericordia insondable, envuelve el mundo entero y vacíate sobre nosotros.

En cada una de las tres cuentas pequeñas del rosario, reza:

Oh Sangre y Agua, que brotasteis del Corazón de Jesús como fuente de misericordia para nosotros, ¡en Vos confío! (x3)

Padre Nuestro, Ave María y Credo

  • En la primera cuenta grande, reza: Padre eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, en expiación de nuestros pecados y los del mundo entero.
  • En las diez cuentas pequeñas: Por su dolorosa Pasión, ten piedad de nosotros y del mundo entero. (x10)
  • Repite este patrón otras cuatro veces 
  • Después reza esta  oración tres veces: Santo Dios, Santo Poderoso, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero. (x3)

Oremos: Dios eterno, en quien la misericordia no tiene fin y el tesoro de la compasión es inagotable, míranos con bondad y aumenta Tu misericordia en nosotros, para que en los momentos difíciles no desesperemos ni nos desanimemos, sino que con gran confianza nos sometamos a Tu santa voluntad, que es el Amor y la Misericordia mismos.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

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Cómo rezar la coronilla a la Divina Misericordia

Es una devoción reciente en la Iglesia católica. Es un conjunto de oraciones que puedes rezar con la ayuda de un rosario y de una imagen de la Divina Misericordia. La Coronilla sólo lleva unos minutos, y miles de católicos de todo el mundo la rezan cada día para pedir la misericordia de Dios. Te ayudará a confiar en Dios, a reconocer tus debilidades y a sustituir tus angustias y preocupaciones por una confianza plena en Dios. Reza la Coronilla para poder vivir con honestidad las palabras “Jesús, en Ti confío”

Una mujer muestra un cartel de la Divina Misericordia después de la Santa Misa con el Papa Francisco en La Habana, Cuba. (ACN)

¿Cuándo rezar la Coronilla a la Divina Misericordia?

Puedes rezar la Coronilla en cualquier momento, pero hay tres especialmente significativos para pedir la Misericordia de Dios:

  • Después de Misa: La Divina Misericordia es una oración de intercesión que prolonga el ofrecimiento de la Eucaristía, por lo que es especialmente apropiado utilizarla después de recibir la Sagrada Comunión.
  • Antes de la fiesta de la Misericordia: los nueve días anteriores, comenzando el primer domingo de Pascua. “Por esta Novena concederé todas las gracias posibles a las almas” (Diario de Santa Faustina).
  • A las tres de la tarde: es “la hora de la gran misericordia”, en recuerdo de la muerte de Cristo en la cruz a las 15 horas del Viernes Santo. 
Domingo de la Divina Misericordia en Jengpothar, India. (ACN)

Devotos de la Divina Misericordia

El mensaje que lleva esta devoción no es nuevo, nos recuerda lo que la Iglesia siempre ha enseñado por medio de las Sagradas Escrituras y la tradición: que Dios es misericordioso y perdona, y que nosotros también debemos ser misericordiosos y perdonar.

Papa Eugenio IV

En 1439, el Papa Eugenio IV exaltaba esta cualidad  divina: “¿Quién puede agradecer dignamente a Dios Todopoderoso por sus beneficios (1Tes 3,9)? ¿Quién no se asombrará de la abundancia de tan grande y divina misericordia? ¿Qué corazón estará tan endurecido que no será tocado ni conmovido por la grandeza de la bondad divina?”

El Papa Francisco celebra la Misa en el Domingo de la Divina Misericordia

Papa Clemente XIV

El Papa Clemente XIV, en 1774, escribía: “Dado que esta es la única manera de recuperar la gracia divina y la salvación de aquellos que se han desviado de la ley del Señor, los sucesores del beato Pedro y su autoridad nunca han tenido mayor preocupación que llamar a todos de regreso a estas fuentes de misericordia (…) ofreciendo perdón a los penitentes (…) a quienes se encuentran atados y envueltos por el mal”.

Papa Benedicto XV

En 1920, el Papa Benedicto XV expresaba: “Y si a veces resulta muy trabajoso y muy difícil el cumplimiento de esta ley, tenemos como remedio para vencer esta dificultad no solo el eficaz auxilio de la gracia ganada por el Señor, sino también el ejemplo del mismo Salvador, quien, estando pendiente en la cruz, excusaba a los mismos que injusta e indignamente le atormentaban, diciendo así a su Padre: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen’ (…) debemos ser los primeros en imitar la misericordia y la benignidad de Jesucristo (…) perdonamos de todo corazón, siguiendo el ejemplo del Redentor, a todos y a cada uno de nuestros enemigos (…) a todos ellos los abrazamos con suma benevolencia y amor, sin dejar ocasión alguna para hacerles el bien que esté a nuestro alcance”.

San Juan Pablo II

San Juan Pablo II fue un auténtico devoto de la Divina Misericordia que logró extender mundialmente esta devoción. En el año 2000, él canonizó a Santa Faustina. Dedicó una Encíclica completa a este atributo divino: Dives in Misericordia. En ella se puede leer: “Elevemos nuestra voz y supliquemos que en esta etapa de la historia se revele una vez más aquel Amor que está en el Padre y que por obra del Hijo y del Espíritu Santo se haga presente en el mundo contemporáneo como más fuerte  que el mal: más fuerte que el pecado y la muerte. Supliquemos por intercesión de Aquella que no cesa de proclamar «la misericordia de generación en generación», y también de aquellos en quienes se han cumplido hasta el final las palabras del sermón de la montaña: ‘Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia’”.

Papa Francisco

El Papa Francisco escribe: “‘Quedaron solo ellos dos: la miseria y la misericordia’: “son las palabras que usa San Agustín para comentar el encuentro entre Jesús y la adúltera, según el Evangelio de Juan 8,1-11. No podía encontrar una expresión más bella y coherente que ésta para hacer comprender el misterio del Amor de Dios cuando viene al encuentro del pecador. Cuánta piedad y justicia divina hay en este episodio”. Bajo su pontificado se celebró el Jubileo extraordinario de la Misericordia, entre diciembre de 2015 y noviembre de 2016, para conmemorar el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, profundizar en su implantación y situar en un lugar central la Divina Misericordia, con el fortalecimiento del sacramento de la confesión.