Iglesia perseguida en Burkina Faso: Que el terrorismo no tenga la última palabra
Los cristianos burkineses lanzan un grito de socorro para atender a miles de desplazados que han huido de la violencia yihadista
ACN.- El 12 de mayo de 2019 es una fecha que el padre Olivier Lompo nunca podrá olvidar. Aquel día se encontraba fuera de su parroquia, en el pueblo de Dablo, y el vicario presidía la celebración de la Santa Misa. En aquel momento, decenas de hombres armados irrumpieron con violencia y el vicario consiguió poner a salvo a la comunidad de fieles que estaba allí reunida. Sin embargo el padre Yampa Siméon murió asesinado. Hombres y mujeres fueron secuestrados y todo fue pasto de las llamas… Además, otros cinco hombres fueron asesinados.
Al terminar su masacre, los terroristas se marcharon y fueron al centro del pueblo, donde siguieron incendiando y sembrando la violencia… Poco después, el padre Olivier recibió una llamada que le contaba todo lo sucedido. No daba crédito. Pero otra noticia le esperaba: los terroristas habían ido a buscarle a él. El sacerdote tuvo que dejar todo atrás y buscar refugio lejos de su pueblo y de su diócesis: la vida nunca más volvería a ser igual para él.
La Iglesia, en el punto de mira
La historia del padre Olivier, por desgracia, es sólo un ejemplo de los miles y miles de personas que están sufriendo en este rincón de África. Una pesadilla que comenzó en 2015. Desde entonces Burkina Faso, junto a Níger, Malí, Nigeria, etc. (países que conforman el llamado Sahel) viven inmersos en el epicentro africano del terrorismo islámico. ¿La razón? Aunque el actual gobierno del país afirma no encontrar la razón de esta violencia, los motivos parecen claros: Burkina Faso es uno de los principales productores de oro del continente africano y otros minerales preciosos. Y, como suele ocurrir en estos casos, los cristianos y la Iglesia se han convertido en el chivo expiatorio de la destrucción de los grupos yihadistas.
La violencia ha llegado a tal punto que supone una seria amenaza a la propia existencia de la nación burkinesa: a día de hoy, más del 40% del territorio de Burkina Faso está bajo el control de grupos armados yihadistas que siembran el terror a su paso: muerte, devastación, violencia y desesperación.
Crisis humanitaria y persecución de los cristianos
Se calcula que unas tres mil personas han perdido la vida y en torno a dos millones los desplazados internos lo han perdido todo desde que comenzó la pesadilla, hace casi 10 años. Una verdadera crisis humanitaria de enormes proporciones que se une al terror de la persecución religiosa a los cristianos.
En este contexto “apocalíptico” la Iglesia se convierte de nuevo, como en tantos otros lugares del planeta, en el “buque insignia” que avanza en mitad de esta oscura tempestad, acogiendo y abrazando uno por uno a cada uno de los más pobres y desvalidos, víctima de la violencia yihadista. Y siempre sin hacer distinción de su credo, tratando a todos por igual, como hijos de Dios indefensos que necesitan el apoyo y la ayuda de la Iglesia Universal. Dándoles el alimento físico que necesitan y también el espiritual, la palabra de consuelo y el acompañamiento necesario para no desfallecer en medio de esta tormenta de dolor.
Desde allí, la Iglesia nos lanza un grito de socorro para ayudar al sostenimiento de sus sacerdotes, religiosos y laicos comprometidos, que siguen adelante a pesar de la persecución, entregando incluso hasta sus propias vidas por defender a Cristo. Su principal misión es la atención al drama de los desplazados: a través de la ayuda humanitaria material, con ayudas destinadas a la educación de los niños y atendiendo a la pastoral de los desplazados.
Burkina Faso atraviesa una situación extrema por la violencia y el sufrimiento, sin embargo, la fe de la Iglesia permanece inquebrantable. Como nos cuenta el propio Olivier: “Los cristianos ahora creen más. Les han quitado todo, su casa, sus bienes incluso sus seres más queridos, pero les queda lo más importante: la fe, la esperanza y la caridad”.