Coronavirus en República Democrática del Congo: ACN también apoya a religiosas
Las repercusiones de la pandemia del coronavirus y del confinamiento en el país son muy graves para la Iglesia
ACN, Christophe Lafontaine.- Las repercusiones de la pandemia del coronavirus y del confinamiento en la República Democrática del Congo (RDC) son muy graves para la Iglesia. Pérdida de salarios, que ya de por sí eran claramente insuficientes. Privación del apoyo material y financiero por parte de los fieles. Gran pobreza. Por este motivo, además del apoyo que Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) presta ya a sacerdotes y seminaristas, la fundación ACN acaba de aprobar, en el marco de un paquete de proyectos, una ayuda urgente de subsistencia para casi 70 comunidades de religiosas en la provincia eclesiástica de Bukavu, al este del país.
A finales de junio, la RDC registraba 5.826 personas infectadas con el coronavirus, con un balance de 130 fallecimientos. Con la llegada de la pandemia, la vida de las religiosas de la provincia eclesiástica de Bukavu, al este del país, se ha convertido en una auténtica pesadilla. Ya en circunstancias normales, la situación es extremadamente difícil. En esta región asolada por conflictos étnicos, marcada por la inseguridad, incursiones armadas de países vecinos, secuestros y violaciones, las religiosas tratan de sobrevivir enseñando el catecismo y trabajando en escuelas y centros de salud. Pero las medidas sanitarias anticovid han cortado sus suministros, dejándolas en una situación de gran precariedad.
Desde el estado de alarma decretado por el presidente de la RDC el 24 de marzo, los salarios han quedado suspendidos. Además, el personal médico, al que pertenecen muchas de las religiosas, recibe su remuneración según el número de pacientes y ahora la gente se muestran reacia a ir al hospital por miedo a infectarse con el virus. Como resultado, las religiosas han sufrido un drástico descenso o incluso la desaparición total de sus ingresos. Por último, las que trabajan en las escuelas recibían una parte de lo que abonaban los padres de los alumnos pero en un momento en que las escuelas están cerradas por la Covid-19, también han perdido estos ingresos.
Situación de miseria entre las religiosas
Ante esta situación de miseria y para ayudarles a sobrevivir, ACN —tras la llamada de socorro enviada por el arzobispo de Bukavu, Mons. François-Xavier Maroy— decidió ayudar a 69 comunidades de religiosas, de seis congregaciones diferentes, que trabajan en la provincia eclesiástica de Bukavu, formada por seis diócesis. La ayuda de la fundación se destina a 464 religiosas y asciende a 120.000 euros.
«Estamos obligados a darles consuelo en esta situación de indigencia, un consuelo que sabrán multiplicar para aquellas personas más desposeídas que ellas», explica Christine du Coudray, responsable de los proyectos de ACN en la República Democrática del Congo. «Cuando los conflictos han hecho huir a todas las ONG, la Iglesia y sobre todo las religiosas permanecen cerca de la población más desfavorecida, como buenas almas anónimas, conforme al espíritu de la Madre Teresa», afirma du Coudray antes de recordar: «Se vive en un conflicto latente desde hace 20 años. Cuántas veces he visitado a las religiosas… justo después de un ataque de bandas rivales o después de haber sido víctimas de violaciones y asesinatos que no se frenan ante nada, o después de un terremoto, un deslizamiento de tierra o de grandes inundaciones, como es el caso actualmente en Uvira (a más de 100 km al sur de Bukavu), que arrasan todo a su paso y dejan un paisaje desolador».
Tasa casi total de desempleo
La ayuda a las religiosas es un apoyo añadido, después de que la fundación ya hubiera prestado apoyo a los sacerdotes de varias diócesis del país con estipendios de misas al principio de la crisis. También los sacerdotes tienen que enfrentar grandes dificultades económicas. Sin las colectas dominicales y otros recursos debido a la suspensión de las actividades pastorales y comunitarias, actualmente muchos de ellos no obtienen medios para supervivir ni asegurar su labor pastoral. «En condiciones normales —expone el obispo de la diócesis de Mbuji-Mayi, situada al centro de la RDC—, son los fieles los que les proporcionan apoyo material, alimentos y otras ayudas». “Pero”, continúa diciendo, «ahora que sus feligreses están confinados, la vida se ha vuelto más difícil para todos porque la mayoría de las personas sufren una tasa de desempleo muy elevada (alrededor del 96% de la población) y viven únicamente de lo que consiguen día a día». Mons. Bernard-Emmanuel Kasanda escribió una carta a ACN para agradecer que, al principio de la crisis, 289 sacerdotes y religiosos de su diócesis recibieron numerosas intenciones de misas.
Asimismo, se enviaron intenciones de misa para 25 sacerdotes de la Congregación de Capellanes del Trabajo. Es un verdadero «alivio», escribe uno de los beneficiarios, el padre Alain Mwila Wa Ilunga, quien ha decidido «compartir esa ayuda adicional con los más desamparados y los enfermos pobres para que puedan alimentarse con el pan de cada día». El maestro de novicios de esta congregación, el padre Clemente Mwehu Muteba, también acoge agradecido esta ayuda económica que le permitirá abonar el combustible para continuar no solo su apostolado en la capilla en la que trabaja sino también pagar «algo de papel para satisfacer las necesidades de la formación de los jóvenes», de la que se encarga en Lubumbashi, en la provincia de Alto Katanga.
También han llegado intenciones de misas a la diócesis de Kilwa-Kasenga, al este del país, para 40 sacerdotes. Esto «nos permite vivir y además ayudar a miles de fieles que, gracias a nuestro modesto trabajo, escuchan la Palabra y reciben los sacramentos», explica el padre André Mpundu, feliz de disponer de medios para continuar su labor pastoral. El padre Mpundu es vicario de la parroquia de la Beata Anuarite de Kasenga y relata cómo una mujer de 80 años, antigua sacristana, le agradeció recientemente su visita (naturalmente respetando las medidas sanitarias): «Recibo regularmente —le confió— la visita de un enfermero para tratar mi reumatismo pero cuando es usted, padre, quien viene con Cristo para que yo pueda recibir la comunión, mi alegría es inmensa y sin límites». «Abundan los testimonios de este tipo», dice con alegría el sacerdote, que sigue visitando a los enfermos, los ancianos y los aislados. «Esto es muy alentador para mi ministerio como sacerdote», concluye.