Análisis por regiones

Oriente Medio y Norte de África

ACN Internacional

A pesar de que se han dado algunos avances positivos en la región en comparación con el período estudiado en el informe anterior, todavía no hay ningún país de mayoría musulmana que garantice la libertad de religión plena. Las repercusiones de las restricciones introducidas a causa de la pandemia y la inestabilidad política persistente en algunos de los países más grandes limitan gravemente los derechos humanos. En la mayor parte de los países en los que el islam es la religión oficial, la libertad de creencia está limitada a diferentes grados de libertad de culto. En el período de dos años que se estudia en este Informe, pueden identificarse algunas tendencias que, naturalmente, no se pueden aplicar a todos los países.

Gestos del Gobierno hacia las minorías religiosas

Aunque en esta región no existe una libertad religiosa plena, algunos Estados de mayoría musulmana han mostrado mayor inclinación a reconocer que el pluralismo religioso sigue siendo una parte necesaria de la diversidad social. El Gobierno iraquí, por ejemplo, ha realizado importantes gestos dirigidos hacia sus ciudadanos cristianos y yazidíes. En diciembre de 2020, el Parlamento iraquí reconoció por unanimidad la Navidad como fiesta nacional; en 2021 aprobó la Ley de Supervivientes Yazidíes, reconocida como un paso importante para superar la injusticia causada a las minorías por el ISIS; y en marzo de 2021, el papa Francisco, primer Papa que visita Irak, fue recibido por los jefes de Estado con importantes actos interreligiosos, entre ellos una reunión con el líder chií, el gran ayatolá Sayid Ali Al-Husayni Al Sistani. Ese mismo mes, el primer ministro iraquí, Mustafa Al Kadhimi, anunció que el 6 de marzo se convertiría en el «Día Nacional de la Tolerancia y la Convivencia» en Irak.

También son dignos de mención algunos signos alentadores en los Emiratos Árabes Unidos, como la apertura de un templo hindú o la creación de la Asociación de Comunidades Judías del Golfo, con sede en Dubái. En el Norte de África, los resultados son desiguales. En la mayor parte de los casos, se siguen aplicando rigurosamente políticas restrictivas contra la práctica de cualquier religión que no sea la islámica. Sin embargo, algunos países, como Egipto, han adoptado recientemente medidas positivas, como el fomento de una mayor unidad nacional entre musulmanes y cristianos, el diálogo y la tolerancia interreligiosos, la protección del patrimonio religioso y la legalización de cientos de iglesias. Sin embargo, la intolerancia social, profundamente arraigada, y la discriminación institucionalizada contra los no musulmanes o los musulmanes considerados desviados siguen siendo un grave problema social.

En Pakistán, a pesar de que el primer ministro Imran Khan prometió un Nuevo Pakistán (Naya Pakistan) en el que se garantizarían «los derechos civiles, sociales y religiosos de las minorías», las comunidades religiosas han seguido sufriendo una fuerte discriminación. Abundan los ejemplos de discriminación civil, como anuncios de empleo público para trabajadores del saneamiento, barrenderos y limpiadores de alcantarillas «reservados a los no musulmanes» e iniciativas de protección contra las inundaciones que no tienen en cuenta a las comunidades cristiana e hindú.

La persecución sistémica también sigue siendo un grave problema, que ha aumentado a lo largo de los dos años estudiados en este Informe: niñas cristianas e hindúes secuestradas y reducidas a esclavas sexuales con el pretexto de convertirlas al islam y casarlas con sus secuestradores; leyes contra la blasfemia que violan los derechos de hindúes, cristianos y musulmanes (chiíes), con turbas que cometen ataques extrajudiciales; y una educación cada vez más islamocéntrica, exacerbada por el reciente Currículo Nacional Único, que contribuye a la discriminación y a las actitudes negativas hacia los miembros de las minorías religiosas.

El terrorismo islamista vuelve a aumentar

Si bien el terrorismo islamista en la región alcanzó su cumbre antes del período analizado, con Daesh (el llamado «Estado Islámico») más o menos inactivo tras su derrota como entidad territorial, el grupo yihadista reivindica con una frecuencia cada vez mayor la autoría de los continuos atentados terroristas que se cometen en Irak y Siria. Por ejemplo, desde 2020, los radicales islamistas han intensificado los ataques contra zonas de mayoría chií en Irak. Pero el grupo sigue estando lejos de lo que era desde 2014. Las atrocidades cometidas por Daesh alejaron a muchos que antes simpatizaban con el grupo, al considerarlo un defensor de los derechos de los suníes en Irak y Siria. Aparte de Daesh, varios grupos islamistas armados han seguido aterrorizando a los no musulmanes, incluso en el noroeste de Siria, donde diferentes facciones islamistas, como Hayat Tahrir al Sham, controlan la región de Idlib.

Con la toma del poder en Afganistán por parte de los talibanes en agosto de 2021, se reanudaron las actividades terroristas en Pakistán. El Estado Islámico de la provincia de Jorasán perpetró numerosos atentados contra cristianos, hindúes, musulmanes ahmadíes y chiíes, entre los que destaca el de marzo de 2022 contra una mezquita chií en Peshawar, que se cobró más de 60 vidas.

Tendencias secularizadoras

Varias encuestas realizadas durante el período de dos años que se estudia en este Informe revelaron que las tendencias secularizadoras están creciendo en toda la región. Ya en 2019 el Barómetro Árabe indicaba que, en general, la práctica de la fe había disminuido y además un número creciente de musulmanes árabes había perdido la fe en los partidos islamistas y sus líderes.

Aunque no es un país árabe, Irán no es una excepción. Una encuesta realizada en 2020 reveló que nada menos que el 47% de los entrevistados declararon «haber pasado de ser practicantes a no serlo». La encuesta también descubrió que, en marcado contraste con las cifras oficiales del censo, solo el 32% de los iraníes se identificaban como musulmanes chiíes. La erosión de la base demográfica del régimen chií se hizo evidente a finales del verano de 2022, cuando estallaron unas protestas sin precedentes en todo el país tras la muerte de una mujer de 22 años detenida por la policía religiosa por no llevar el hiyab, de acuerdo con los requisitos obligatorios. Los manifestantes no pedían una reforma del sistema político actual, sino su abolición total. El régimen iraní aún no ha conseguido acabar con las manifestaciones a pesar del uso de la violencia.

Las tensiones en Tierra Santa alcanzan niveles preocupantes

Las tensiones en Israel y Palestina, que se prolongan desde 2021, han vuelto a entrar en un círculo vicioso de terrorismo y contraterrorismo. Aunque el derecho de Israel a la autodefensa contra grupos terroristas islámicos como Hamás es indiscutible, los líderes católicos han criticado algunas contramedidas que consideran desproporcionadas. Además, también se está desintegrando la cohesión social entre los judíos ortodoxos extremistas y los judíos laicos.

En 2021, Israel se enfrentó a escenarios similares a una guerra civil entre judíos y musulmanes en algunas de sus ciudades. El Monte del Templo/Haram al Sharif, en Jerusalén, fue un foco de hostilidades entre Hamás y otros grupos islamistas violentos que reivindicaban la protección del lugar frente a supuestos intentos judíos de cambiar el statu quo. También ese mismo año empeoraron considerablemente las relaciones con los cristianos. De una forma sin precedentes, líderes cristianos advirtieron de que grupos extremistas judíos estaban expulsando a los cristianos de Tierra Santa. El Gobierno de Israel del momento rechazó las acusaciones.

El nuevo Gobierno israelí bajo el liderazgo de Benjamín Netanyahu ha introducido políticos judíos radicales y antipluralistas en la administración responsable de la identidad judía de Israel. Las perspectivas de que se alivien las tensiones interreligiosas son, por tanto, escasas.

Estas tensiones internas limitan el valor de los esfuerzos de normalización diplomática entre el Estado judío y los países de mayoría musulmana de toda la región que comenzaron con los llamados Acuerdos Abrahámicos en 2020. Por ejemplo, en los Emiratos Árabes Unidos, la vida judía está floreciendo desde los acuerdos. Pero la normalización a nivel político no irá seguida de un acercamiento social mientras siga sin resolverse el conflicto entre israelíes y palestinos.

Empeoramiento de las condiciones de vida

Aunque lo más importante para la libertad religiosa y su aplicación real sea el marco jurídico relativo a ella, la supervivencia de las minorías religiosas depende también de las condiciones de vida socioeconómicas. Y estas condiciones han empeorado o no muestran signos de mejoría. Líbano es un ejemplo de ello. Según el Banco Mundial, Líbano lleva casi tres años inmerso en una crisis económica y financiera que se ha descrito como una de las peores que se han visto. Hogar de la mayor población cristiana de la zona, durante siglos ha sido un foco de cultura cristiana en la región y una base primordial para los medios de comunicación independientes y el mundo académico. La actual agitación económica y política, por tanto, no solo afecta negativamente a la situación de los cristianos en Líbano, sino en toda la región. Al igual que a Líbano, la inflación ha afectado a la vecina Siria, devastada por la guerra, y las condiciones de vida de la población, ya de por sí terribles, se han deteriorado aún más debido al aumento de los precios de los productos de primera necesidad y al racionamiento. Aunque las perspectivas son mejores en Irak debido al aumento de los precios del petróleo, los cristianos siguen abandonando el país a un ritmo de 20 familias al mes.

Conclusión

Gracias a las repetidas visitas del papa Francisco a la región, es posible que la situación de la libertad religiosa no haya empeorado en la región de Oriente Medio y Norte de África, pero hay poco margen para el optimismo a pesar de algunos avances positivos. Las condiciones siguen siendo precarias, y los avances legales hacia la plena libertad religiosa, si es que los hay, son mínimos. Algunos países, como Pakistán desde el regreso de los talibanes a Afganistán, han retrocedido en materia de derechos humanos, persistiendo una persecución absoluta contra las minorías tanto en Afganistán como en Irán.

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